Javier Biardeau R. - www.aporrea.org
01/02/13 - www.aporrea.org/ideologia/a158612.html
Más allá de la dolorosa e insondable tragedía humana referida a la situación de salud de Chávez, se viene pasando lamentableme por alto una situación que oscila entre el drama y la tragedia política, situación que repercutirá más temprano que tarde en lo profundo de las estructuras políticas e ideológicas que soportan la revolución bolivariana: “El socialismo que no llega, el socialismo que no arranca, el socialismo que parece ser puro “mareo retórico”, la “transición indefinida”, el “capitalismo de Estado” que llaman “socialismo del siglo XXI”, el reformismo-desarrollismo como “nacionalismo burgués”, el “cesarismo” que se diluye en el llamado hiper-liderazgo, la “adequidad” descarnada disfrazada de pumarrosa, el oportunismo más ramplón vociferando consignas del Che, etc, etc”.
Algunas corrientes de la revolución bolivariana se inquietan por el contrasentido de un “nuevo curso”(1) que indica un reforzamiento de sectores, prácticas e ideologías pro-capitalistas o funcionales al Capital en importantes voceros políticos (ministros, diputados, gobernadores, candidaturas a alcaldes, cuadros de dirección partidista), que diseminan explícitamente o implícitamente una clara orientación de “sacarle el cuerpo” a la “teoría y práctica del socialismo”, que a falta de mejores denominaciones, seguiremos llamando actitudes y mentalidades de la “derecha endógena”.
La lista de nombres en puestos claves del alto gobierno, de grupos económicos aliados al gobierno, de grupos mediáticos aliados al gobierno, en el seno de las FANB, en el entramado institucional y jerarquico del Estado, ha consolidado una nomenclatura bolivariana. Esto no es ningún secreto. Los cargos con altas responsabilidades en el Estado tienen claras relaciones y dependencias con las figuras de dirección del PSUV.
En la URSS y en las experiencias de los socialismos burocráticos del siglo XX pasó exactamente lo mismo. A pesar de contar con personas “confiables en términos políticos”, no se avanza en la construcción de la revolución y el socialismo. Las prebendas y privilegios parecieran bloquear cualquier diseminación del espíritu revolucionario del Poder Popular. Tan impermeable como la derecha capitalista tradicional a la idea de las Comunas es tambien la nomenclatura bolivariana.
La tragedía revolucionaria de Lenin parece que se reproduce con semejanzas en el drama político de Chávez. Este fenómeno fue duramente criticado y combatido, sin éxito, por Lenin, por Trotsky desde la Plataforma de Oposición de Izquierda. Si se reconstruyera hilo a hilo la genealogía de las “prácticas de crítica y autocrítica” en la URSS en los años 20, nos encontraríamos nada más y nada menos que con la liquidación de la “plataforma de oposición de izquierda” que ya preveía que el curso de la revolución soviética iba de mal en peor ya en 1927. Es decir, mientras aquí reinaba como un monarca, el autócrata Juan Vicente Gómez, ya en la URSS las cosas estaban fuera de quicio. Hay que ubicarse en tiempo y espacio.
La nomenklatura (3) en la URSS se apoderó de los nombramientos importantes para todos los cargos administrativos en el gobierno y dentro del mismo Partido, guardando listas de todas las posiciones importantes de la administración pública y de los miembros del Partido que fuesen candidatos potenciales a ocuparlas. Allí operó sin reservas la lógica de la cooptación. Así se fueron conformando los anillos de prebendas, privilegios y clientelas.
La nomenclatura soviética fue la cuna de las posiciones privilegiadas en la nueva administración luego de la caida de la URSS. De la nomenclatura surgieron los grupos economícos de poder de la nueva Rusia, nuestra aliada geopolítica del mundo multipolar. Obviamente, el realismo político obliga a bajar el volumen a ciertas melodias. Pero el drama de Chávez es que se apague la música de las Comunas y del Poder Popular. Allí el camino de una tragedía queda servido.
En la URSS el sistema político de partido único contribuyó sobremanera en la consolidación de esa nomenclatura. Un solo partido político intervenía en todos los niveles de la administración, la economía, la cultura, la esfera jurídica, etcétera; y la promoción dentro de la jerarquía política de dicho partido era el único camino posible para satisfacer ambiciones individuales de poder. De manera que la cooptación se impuso como mecanismo de ascenso, por aprobación de los jefes inmediatos, quienes evaluaban a sus subordinados según criterios de lealtad política y cumplimiento de metas. El principal peligro de la revolución bolivariana, es que un distanciamiento de Chávez del cargo de Presidente, acelere la conformación definitiva de una nomenclatura que hable en nombre de Chávez y de la Revolución Bolivariana.
La nomenclatura en la URSS aparecía como un espacio tensionado por las luchas internas de poder que se definían siempre por el poder e influencia acumulado dentro del Partido por cada jerarca o caudillo en pugna. Dicho poder e influencia estaba determinado por la cantidad de “clientes, contratistas y grupos auxiliares” que poseía cada “patrón” contendiente y por la importancia de los cargos ocupados por tales “clientes, contratistas y grupos auxiliares”. Al estabilizarse una élite dirigente que controlaba los mecanismos de poder, se olvidó por completo la tarea revolucionaria. Es preciso evitar que este mismo proceso se acelere y consolide en la Revolución Bolivariana.
El control sobre el Estado, cual una "nueva clase" dirigente, permitió el acceso a importantes privilegios materiales, olvidando el sistema de dominación, desigualdad y exclusión hacia las clases populares y subalternas. La lucha contra la élite del poder, se transmutó en una lucha en el seno de la propia élite del poder. La revolución había finalizado. De manera que hay que prestarle atención a las experiencias comparadas, para reconocer los riesgos que se corren si no hay una efectiva democratización del poder en el seno de un proceso revolucionario.
Sin embargo, ahora pareciera que se considera pertinente el debate de fondo para afrontar una cada vez más evidente y arropadora lógica de derechización y burocratización del proceso bolivariano que acompaña a la llamada “institucionalización de la revolución” (o la conversión del PSUV en un espejo del PRI Mexicano):
“Alguien debe organizar un gran foro sobre la vía al Socialismo. Allí se discutirá, por ejemplo: ¿Se puede ir al Socialismo en conchupancia con el capitalismo? ¿Se puede separar la relación económica de la formación de la Conciencia del Deber Social, fundamento del Socialismo? ¿Se pueden construir nuevos empresarios capitalistas sin conciencia capitalista, como proponen algunos? La ausencia de discusión nos lleva al fracaso.”(3)
Y es que la ausencia de discusión, es un componente esencial de una derechización paralela al curso de la salud del Presidente que se refuerza con fenómenos como el burocratismo, el dogmatismo, el sectarismo, el doctrinarismo, por más que se disfracen de consignas, banderas, iconografías o simbologías revolucionarias.
La nuez del asunto es la que sin la presencia activa y protagonismo de Chávez el proceso tiende a estancarse y retrotraerse a fórmulas funcionales a la derecha endógena, pues la “revolución ético-cultural” requerida como “reforma intelectual y moral” para impulsar la hegemonía democrática del socialismo y anclar la significación de la conciencia revolucionaria de la liberación social, se confunde con llamadas compulsivas a una moralina revolucionaria que no entusiasma ninguna pulsión de subversión profunda de las relaciones de poder (4).
El problema es que cuando se ha tratado y se trata de levantar alguna insurgencia, rebelión, cuestionamiento, insumisión o polvareda revolucionaria, los “mecanismos de defensa” de la nomenclatura funcionan eficazmente para ahogar cualquier plataforma orgánica de discusión entre corrientes, tendencias y fuerzas políticas que apoyan la revolución bolivariana. Allí se bloquea discutir sobre aspectos medulares de la “transición venezolana al socialismo”, y se apela a los “procedimientos”, a los estatutos, a los llamados “problemas de método”, incluso se insinúan las amenazas y tribunales disciplinarios que en realidad encubren claras directrices políticas de liquidación del debate y de la reflexión crítica a fondo, tomando el procedimiento y la forma o el relevo de aquello que es lo sustantivo y el contenido de la discusión, cubriendo con un manto de censura, autocensura y silencio la “problemática de la transición socialista”.
Todo aquel, aquellas o aquellos que osen plantear el debate orgánico entre actores, movimientos y fuerzas políticas que apoyan la revolución bolivariana, como una aspiración o demanda orgánica del proceso revolucionario son colocado en aquel lugar que el actual Vicepresidente Ejecutivo: Nicolás Maduro llamó (en la oportunidad debida de aquel debate sobre “Intelectuales, Socialismo y Democracia” del Centro Internacional Miranda) como “habladores de paja”(5). ¿Qué son los llamados “intelectuales”? Pués muy sencillo: habladores de pistoladas. ¿Qué son los colectivos cuestionadores? También muy sencillo: indisciplinados que proponen aventuras sin destino. ¿Qué son los partidos aliados críticos? Aliados electorales circunstanciales, votos que se arriman al mingo electoral, o voces inconvenientes, ambiciosos y provocadores, o tal vez infiltrados del enemigo imperialista. Y así se va corriendo la arruga y se institucionaliza en “no debate”. Y de allí a la derechización, hay un diminuto paso.
Menciono deliberadamente las importantes alertas de las ultimas opiniones del equipo político dirigido por Toby Valderrama (6) (Un Grano de Maiz), y aquella experiencia caida en desgracia del CIM, porque además entre estos dos espacios existen enconadas diferencias de interpretación de la problemática de la construcción del socialismo en Venezuela. Es decir, que aunque muchos llaman al debate, entre ellos no hay manera de construir espacios conjuntos de debate. Esta es otra condición de imposibilidad para realizar debates edificantes, constructivos o como dicen ahora: propositivos. Entre diferentes colectivos, corrientes y tendencias se han genarado profundos abismos, enconadas diferencias para asumir la responsabilidad de una construcción colectiva revolucionaria.
Así podemos ver un desfile de epítetos, con una puesta en escena de personajes, guiones, papeles y tribunales ideológicos donde el “debate socialista” va dejando paso a paso las heridas de los argumentos "ad hominem”, tratando luego de racionalizarlas o enmascararlas bajo el tropos retórico de que se trata exclusivamente de “representaciones de posiciones de clase”, pero sin mencionar que es la nomenclatura y la burocracia en el alto gobierno, así como la lógica del “partido único-Estado” una de las condiciones de imposibilidad para un debate radicalmente democrático entre tendencias, movimientos y partidos aliados en el seno de la revolución bolivariana. De manera que llamar al debate desde el lugar de los epítetos y desde la artillería de las descalificaciones a priori es llamar al “no debate”.
Por otra parte, las delicadas circunstancias de la voluntad política revolucionaria, en lo que analizando a Bolívar llamó Acosta Saignes: “Acción y Utopía del hombre de las dificultades”, es relatada por el mismo Chávez el día 8 de diciembre en lo que algunos denominaron “testamento político”, tratando de generarse artificiosamente la sensación que esas eran las últimas palabras de Chávez, llevando agua al molino del olvido al invisibilizar la intervención de Chávez en el acto del “Primer Consejo de Ministros del nuevo ciclo de la Revolución Bolivariana” difundido bajo el nombre de “Golpe de Timón” (7).
Y es que la intervención del 8 de diciembre (8) y la intervención del 20 de octubre de 2012 presentan una coherencia revolucionaria que no puede pasarse por alto, al igual que muchos enunciados presentes en el llamado “Plan Patria” que para efectos nominales seguiré llamando Plan “Independencia y Patria Socialista” (9), pues la eliminación de ciertos términos parece ser clara consecuencia del desdibujamiento del Socialismo como “teoría y práctica revolucionaria”:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo. Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política.”
Allí el mismísimo Chávez apunta a la nuez del problema, pues reconoce que luego de el Primer Plan Socialista (2007-2013) lo que existe es la prevalencia de la formación económico-social capitalista y rentista. Y este tema será retomado en su intervención del 8 de diciembre bajo las delicadas circunstancias ya anunciadas, sobre la cual se ha hecho especial y deliberado énfasis en la cuestión de la sucesión política y desdibujando la cuestión programática del socialismo:
“Y en cualquier circunstancias, Nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta revolución, construyendo la democracia nueva que aquí esta ordenada (Constitución Nacional) por el pueblo en constituyente, construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades, que se están demostrando una vez más en esta campaña electoral para gobernadores, con candidaturas por aquí, candidaturas para allá, libertades, en plenas libertades...” (Discurso de Chávez; 8 de diciembre de 2012)
¿Cómo construir la vía venezolana al socialismo si en el seno de la conducción política del proceso hay voceros que actuan como “reformistas mediocres, socialistas domesticados y demócratas fariseos” tal como los denominó Mariátegui? El asunto es si la estructura de representación y conducción política de la revolución bolivariana en su conjunto, tienen convicciones ideológicas, formación política y coraje suficiente para abordar el espinoso asunto de la transición socialista, desde una base programática claramente establecida en el discurso de Chávez:
“En el año 2004, la Revolución Bolivariana proclamó su carácter antiimperialista y en el 2006 se definió como socialista. La prédica de la Revolución ha sido continua: no queremos permanecer en el ámbito del capitalismo, es indispensable que en Venezuela encarne el socialismo como el ancho y abierto camino hacia la suprema felicidad social”. (Plan Independencia y Patria Socialista).
Como hemos señalado, las circunstancias de salud de Chávez han permitido que sectores interesados en el “no debate” contribuyan a desdibujar, creo deliberadamente, el asunto ideológico y programático para concentrarlo en la “personalización del poder”, en quién sería el “sucesor político” de Chávez, para efectivamente yugular el proceso de cambios que se insinúan en el Plan “Independencia y Patria Socialista”.
En el mal-llamado “testamento político de Chávez” queda claramente establecido que Chávez no entregó un cheque en blanco a Nicolas Maduro, pues si por circunstancias sobrevenidas que inhabiliten de manera permanente a Chávez para ejercer el cargo de Presidente, el mismo Chávez llamó a prestarse todo el apoyo irrestricto a la figura de Nicolás Maduro, pero agregando una coletilla importantísima que algunos opinadores barren debajo de la alfombra: “dirigiendo junto al pueblo siempre, y subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta patria”.
Por tanto, cabe destacar la coletilla: Junto al pueblo y subordinado al pueblo, queda claro que allí no hay cheque político en blanco, y que Nicolás Maduro está sometido a la contraloria social, responsabilidad política y a todos los mecanismos establecidos para el ejercicio de la soberanía popular y de la democracia participativa y protagónica. De manera que el 8 de diciembre, Chávez ha trazado además un rumbo programático que no puede diluirse en formas de derechización de baja intensidad o de reforzamiento del Capitalismo Rentista de Estado, como además queda muy claro y de manera consistente en la intervención del 20 de octubre de 2012. El 8 de diciembre señaló:
“Nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta revolución, construyendo la democracia nueva que aquí esta ordenada (Constitución Nacional) por el pueblo en constituyente, construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades, que se están demostrando una vez más en esta campaña electoral para gobernadores, con candidaturas por aquí, candidaturas para allá, libertades, en plenas libertades...”
El 20 de octubre señalo que:
“Entonces, venimos con el tema de la democracia, el socialismo y su esencia absolutamente democrática, mientras que el capitalismo tiene en su esencia lo antidemocrático, lo excluyente, la imposición del capital y de las élites capitalistas. El socialismo no, el socialismo libera; el socialismo es democracia y la democracia es socialismo en lo político, en lo social, en lo económico.”
Chávez dice claramente “vía venezolana al Socialismo”. No dice “Capitalismo de Estado”. La clave de la construcción socialista implica avanzar garantizando la unidad nacional, popular y revolucionaria, sin otorgarle concesiones a una posible usurpación del poder por parte de los tradicionales enemigos o adversarios, pero tampoco a factores de la derecha endógena, que suponen que no hay diferencias sustantivas entre capitalismo y socialismo.
De manera que Nicolás Maduro, tiene una responsabilidad adicional a la de garantizar la estabilidad política en las actuales circunstancias: debe colocarle un cerrojo a la posibilidad de meter el término socialista en el cajón de los anatemas, cuidándo que una opción reformista-desarrollista desnaturalice el horizonte socialista de la revolución bolivariana. Esto significa que debe cuidar que la conducción de la revolución no termine siendo hegemonizada por reformistas mediocres, socialistas domesticados o demócratas fariseos.
Chávez ha dejado un legado programático: un guión revolucionario, democrático y socialista abierto y activo, que no debe convertirse en objeto de olvido, duelo, nostalgia y melancolía. Si la revolución bolivariana olvida su horizonte socialista, democrático y revolucionario quedará estancada en una opción populista redistributiva con sensibilidad de izquierda que derivará, como derivó históricamente el legado de la revolución mexicana, en una opción desarrollista, burguesa y capitalista.
Chávez el 20 de octubre citó extensamente (a despecho de las críticas de Toby Valderrama a Giordani y Meszaros) lo siguiente:
“Hay una frase que hace tiempo subrayé, la voy a leer, señores ministros, ministras, vicepresidente, hablando de la economía, del desarrollo económico, hablando del impulso social de la revolución: “El patrón de medición -dice Mészáros- de los logros socialistas es: hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”.
Chávez habla de “desarrollo económico” en términos de logros socialistas: “un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”. Además señaló aquellos factores determinantes de la transición siguiendo los planteamientos de Giordani:
“(…) la transformación de la base económica del país para hacerla esencial y sustancialmente democrática, porque la base económica de un país capitalista no es democrática, es antidemocrática, es excluyente y de allí la generación de riqueza y de grandes riquezas para una minoría, una élite, la gran burguesía, los grandes monopolios, y de allí también la generación de la pobreza y la miseria para las grandes mayorías.”
Y en extenso citó las condiciones que orientan la transición al socialismo en cuanto a la transformación productiva ligada al modelo de acumulación:
“1. La modificación de la base productiva del país, buscando una mayor democratización del poder económico.
2. El cambio en el rol del Estado, para lograr que el proceso acumulativo se oriente a la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de la población y a la defensa de la soberanía.
3. La incorporación de mecanismos de autogestión productiva a nivel colectivo.
4. La utilización de una planificación democrática como mecanismo regulador de las relaciones productivas.
5. La ubicación autónoma del país frente a la internacionalización del sistema capitalista.”
En el llamado “Golpe de Timón” Chávez señaló abiertamente el papel de la “Democracia Socialista del siglo XXI”:
“Estamos tocando puntos claves de este proyecto, que si no los entendemos bien y lo asumimos bien, pudiéramos estar haciendo cosas buenas, pero no exactamente lo necesario para ir dejando atrás de manera progresiva y firme el modelo de explotación capitalista y creando un nuevo modelo: el socialismo venezolano, bolivariano, del siglo XXI.
Recordemos la Unión Soviética, lo que el viento se llevó: en la Unión Soviética nunca hubo democracia, no hubo socialismo, eso derivó y los líderes no se dieron cuenta o si se dieron cuenta no pudieron, y el imperio aquel golpeando, la culpa no es sólo de la Unión Soviética, la culpa fue también de todas las agresiones externas, sabotajes económicos, guerras biológicas, bacteriológicas, bombardeos y explosiones en la industria petrolera soviética y luego las contradicciones, las divisiones, la cultura.
Por eso el socialismo en el siglo XXI que aquí resurgió como de entre los muertos es algo novedoso; tiene que ser verdaderamente nuevo, y una de las cosas esencialmente nuevas en nuestro modelo es su carácter democrático, una nueva hegemonía democrática, y eso nos obliga a nosotros no a imponer, sino a convencer, y de allí lo que estábamos hablando, el tema mediático, el tema comunicacional, el tema de los argumentos, el tema de que estas cosas sean, lo que estamos presentando hoy, por ejemplo, que lo perciba el país todo; cómo lograrlo, cómo hacerlo.
El cambio cultural. Todo esto tiene que ir impactando en ese nivel cultural que es vital para el proceso revolucionario, para la construcción de la democracia socialista del siglo XXI en Venezuela.”
El drama político de Chávez es el reconocimiento en tono de autocrítica de la posibilidad de perder el rumbo de un gobierno revolucionario, que incluso parece olvidarse de la propia legislación sobre el Poder Popular, sobre los Consejos de Trabajadores, sobre el Sistema Económico Comunal, sobre la Contraloria Social, sobre la Gestión de Competencia y otras atribuciones del Poder Popular, sobre Empresas de Propiedad Social, sobre Distritos Motores de Desarrollo, sobre Planificación Democrática, sobre las Comunas, y sobre este ultimo punto cabe reiterar lo dicho el 20 de octubre:
“¿Dónde está la comuna?. ¿Acaso la comuna es sólo para el Ministerio de las Comunas? Yo voy a tener que eliminar el Ministerio de las Comunas, lo he pensado varias veces, ¿por qué? Porque mucha gente cree que a ese ministerio es al que le toca las comunas. Eso es un gravísimo error que estamos cometiendo. No lo cometamos más. Revisemos. Firmé un decreto creando algo así como ente superior de las comunas. ¿Dónde está? No ha funcionado. Nicolás, te encomiendo esto como te encomendaría mi vida: las comunas, el estado social de derecho y de justicia. Hay una Ley de Comunas, de economía comunal. Entonces, ¿cómo vamos a estar nosotros haciendo…?”.
“¿Dónde está la comuna, no la comuna, las comunas? ¿Dónde vamos a crear las comunas, las nuevas? Y allá en Ciudad Belén, seguimos entregando las viviendas, pero las comunas no se ven por ningún lado, ni el espíritu de la comuna, que es mucho más importante en este momento que la misma comuna: la cultura comunal. ¿Me explico? ¿Será que yo seguiré clamando en el desierto por cosas como éstas? Todos aquí tenemos que ver con esto, todos, desde mi persona, la Presidencia de la República; aquí en torno a Miraflores debería existir ya una comuna. Todos y todas tenemos que ver con eso; es parte del alma de este proyecto. La autocrítica es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío. Es para actuar ya, señores ministros, señoras ministras, las comunas, manden a buscar la Ley de las Comunas, léanla, estúdienla. Mucha gente —estoy seguro—, no digo que ustedes, por allá, más allá, ni la han leído, porque creemos que no es con nosotros. La Ley de la Economía Comunal, mucha gente ni la ha leído, porque creemos, que no, lo mío es otra cosa, eso no es conmigo. Si tú preguntas, ¿cuáles son las que llaman comunas en construcción? Estoy seguro de que en la mayoría de esos grandes o medianos o pequeños proyectos que estamos adelantando, desde viviendas, ciudades nuevas, polos de desarrollo científicos, polos de desarrollo agrícolas, como allá en la Planicie de Maracaibo, allá en el municipio Mara, hasta por allá por el estado Sucre, donde está la gran planta procesadora de sardinas que inauguramos hace poco, una planta grandísima, hasta las empresas del vidrio que expropiamos, la Faja del Orinoco, no existen las comunas. ¿Dónde las vamos a buscar, en la Luna? ¿O en Júpiter?”.
La angustía de Chávez alcanza en la intervención pública y luego en las líneas del texto “Golpe de Timón” un paroxismo inusual que se condensa en las siguientes lineas:
“¿Ustedes no vieron el bombardeo de papeles que caen en el camión donde yo ando? Ahora los tiran con piedras para que lleguen, o con flecha, la otra vez estaba una flecha con un papel en la punta: Chávez ayúdame… que no sé qué. Bueno, la comuna, el poder popular, no es desde Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual desde los que vamos a solucionar los problemas. No creamos que porque vamos a inaugurar la fábrica de Cemento Cerro Azul o la fábrica de fábricas en Guanare, o la fábrica de computadoras, o la fábrica de satélites, o la fábrica ésta y aquella ya estamos listos, no; o porque nacionalizamos cementos… Cuidado, si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de este proyecto. Nos cabe una gran responsabilidad ante la historia a los que aquí estamos. Véanse las caras, véanse los ojos en el espejo cada vez que vayan al baño o a donde haya un espejo. Yo de primero.”
Y por si fuera poco, Chávez insiste en la necesidad de estudio y formación política para la alta dirección del gobierno:
“¿Cuántas horas le dedicamos al estudio nosotros cada día, a la lectura, a la reflexión? Es necesario que le dediquemos, yo diría que varias horas al día, por encima de todos nuestros compromisos, porque estamos hablando de los elementos vitales de este proyecto. A veces creemos que todo debe controlarse desde Caracas, no. Se trata de crear, como dice Mészáros, un conjunto de sistemas paralelos coordinados y de ahí la regionalización, los distritos motores. Pero no hemos creado ni uno toda vía y tenemos la ley, decretamos uno, pero lo decretamos y ya, y dentro de los distritos motores las comunas. A veces podemos caer en la ilusión de que por llamar, yo soy enemigo de que le pongamos a todo “socialista”, estadio socialista, avenida socialista, ¡qué avenida socialista, chico!; ya eso es sospechoso. Por allá alguien le quería poner a una avenida “socialista”, panadería socialista, Miraflores socialista. Eso es sospechoso, porque uno puede pensar que con eso, el que lo hace cree que ya, listo, ya cumplí, ya le puse socialista, listo; le cambié el nombre, ya está listo.”
Y dentro de la necesidad de una revolución productiva, de instaurar nuevos modelos productivos socialistas, Chávez insiste el 20 de octubre de 2012:
“Las fábricas construidas con fines capitalistas llevan las marcas indelebles de su “sistema operativo”, la división social jerárquica del trabajo en conjunción con la cual fueron construidas. Un sistema productivo que quiere activar la participación plena de los productores asociados, los trabajadores, requiere de una multiplicidad de procesadores “paralelos”, coordinados de la manera adecuada, así como de un correspondiente sistema operativo que sea radicalmente diferente a la alternativa operada de manera central, trátese de la economía dirigida capitalista o de sus bien conocidas variedades poscapitalistas presentadas engañosamente como “planificación”.”
De manera que las persistencia y reproducción de relaciones de trabajo capitalistas, de relaciones sociales de producción e intercambio dominadas por el Capital, de formas de explotación social, de división social jerarquica del trabajo, de formas diversas de alienación y carencia de control directo de los trabajadores, la ausencia de participación plena de los productores asociados, de formas que bajo la apariencia de nacionalizaciones, de economía dirigida o de planificación, son parte de la trama de poder y mando del Capital, sin romper estas condiciones lo que se reproduce y prevalece es la formación socioeconómica capitalista. Todos estos elementos describen de manera patente el drama político de Chávez de no avanzar ni en el ritmo ni en la dirección de una alternativa post-capitalista. Suponer que por llamar socialismo a cualquier cosa, por decretarlo, se construye efectivamente prácticas, experiencias y culturas socialistas.
Estamos hablando del 20 de octubre de 2012: ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Chavez habla del injerto socialista, habla de eficiencia socialista: ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Chávez plantea:
“Creo que en estos años hemos acumulado experiencia, hemos creado entes que no existían. Creo que hemos venido acumulando recursos, inyectando recursos y seguiremos haciéndolo. Creo que tenemos unos nuevos códigos; creo que tenemos una nueva arquitectura legal, jurídica, empezando por la Constitución; tenemos leyes de consejos comunales, leyes de comunas, economía comunal, las leyes de los distritos motores de desarrollo; pero no le hacemos caso a ninguna de esas leyes; nosotros, que somos los primeros responsables de su cumplimiento. Yo espero ver respuestas a estas reflexiones y a esta autocrítica pública que estoy haciendo.”
¿Donde están las respuestas a todas esas reflexiones de Chávez? ¿Dónde está la denuncia a los cotos cerrados de los Ministerios? ¿Dónde está la integración, la interacción, comunicación, coordinación, cruce de planes, diagnosticos, problemas, acción conjunta del gobierno bajo el horizonte socialista?
El problema es que la intencionalidad política de Chávez parece ser desmenuzada, diluida en el seno de una nomenclatura que acata pero no cumple. La edificación en el seno de la revolución bolivariana de una nueva elite encargada de la dirección de la burocracia estatal, de ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno, ya sea en la producción petrolera, industrial, turística o agrícola, en el comercio importador, en el sistema educativo, en ciencia y tecnología, en el ambiente cultural, ha generado nuevos sistemas de privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones. Esta nueva elite compite efectivamente y en algunos casos antagoniza con los viejos factores de poder derivados del llamado puntofijismo. Pero se trata de una lucha en el seno de los sectores dominantes, sean o no bolivarianos. No se trata de una confrontación clásica de clases dominantes y clases subalternas, sino un conflicto entre la vieja oligarquía del dinero y una nueva clase políticamente dominante que pretende ser reinante en el campo económico, mediático y militar. Es allí donde se diluye la intencionalidad revolucionaria de Chávez.
Como escribía Wright Mills en su clásico texto: “La elite del poder”(10): Detrás de estos hombres y detrás de los acontecimientos de la historia, enlazando ambas cosas, están las grandes instituciones de la sociedad moderna. Esas jerarquías del Estado, de las empresas económicas y del ejército constituyen los medios del poder; como tales, tienen actualmente una importancia nunca igualada antes en la historia humana, y en sus cimas se encuentran ahora los puestos de mando de la sociedad moderna. En la sociedad, el máximo poder nacional reside ahora en los dominios económico, político y militar.
En el pináculo de cada uno de los tres dominios ampliados y centralizados se han formado esos círculos superiores que constituyen las elites económica, política y militar. En la cumbre de la economía, entre los ricos corporativos, es decir, entre los grandes accionistas de las grandes compañías anónimas, están los altos jefes ejecutivos; en la cumbre del orden político, los individuos del directorio político; y en la cumbre de la institución militar, la elite de estadistas –soldados agrupados en el Estado Mayor Unificado y en el escalón más alto del ejército. Como cada uno de esos dominios ha coincidido con los otros, como las decisiones tienden a hacerse totales en sus consecuencias, los principales individuos de cada uno de los tres dominios de poder –los señores de la guerra, los altos jefes de las empresas, el directorio político– tienden a unirse, a formar la minoría del poder de cualquier sociedad. Celebridad, riqueza y poder requieren el acceso a las grandes instituciones, ya que las posiciones institucionales que los individuos ocupan determinan en gran parte sus oportunidades para conseguir y conservar esas valiosas experiencias.
He allí una amplia coicidencia entre un analista de la nomeclatura soviética como Voslesnky y un analista de las altas esferas de la elite de poder del Imperialismo Norteamericano. Lo interesante de ambas estructuras es que liquidan la posibilidad revolucionaria. Una lección que debe aprender el proceso bolivariano.
PRONTO PRONTO!!
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